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    Recuerdos de la infancia.

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    Nios Jugando 1

    Bien recuerdo allá en la década de los 80 en Jesús Menéndez, en el norteño municipio de las Tunas, el Batey. Allí se erguía majestuoso y arrogante el central, era todo un devorador de cañas, los trituraba como tritura el león a su presa, recuerdo cuando los parientes de la Habana venían y guardaban en montones de pomos lo que ellos llamaban: nieve cubana, si me refiero al bagacillo, nunca olvidare aquel olor a melao, era todo una delicia ¡qué tiempos esos!

    En aquella época contemplábamos las imponentes columnas, que a nuestro entender, no eran columnas sino los grotescos gigantes de Don Quijote, y quién podría decir lo contrario, más aún en aquella etapa, cuando la inocencia, te tomaba de la mano como una novia ferviente y enamorada y tú de tan inocente, no te dabas cuenta.

    En aquel tiempo, en el campo, con mis primos, tuve una infancia feliz. Rememoro como nos las ingeniábamos para matar  a la rutina eran una enemiga real en el pueblo, parecía empeñarse en tenerlo todo controlado como un general austero con su ejército: ¡qué tonta!, con nosotros no podía.

    Esos tiempos no eran de DVD ni de discoteca, ni siquiera se hablaba de la pandemia del siglo: el Sida, ni de la COVID-19.

    Había un profundo arraigo por  lo nuestro y la sencillez, la amistad genuina y el amor desinteresado eran valores tan comunes, como el aroma del café en un bohío guajiro. 

       Era entonces cuando la curiosidad nos susurraba al oído: ¡llénense de vida!  Y nos tenía embobados  ante una puesta de sol y una imponente noche estrellada, siempre se empeñó en mantenernos ocupados.

        A mí me gustaba mucho treparme a los árboles, un día me trepé en uno, lo hacía con la velocidad de un rayo, ¡súbito! , en cuestiones de segundo podía contemplar toda la verde vegetación, a pero para bajarme, a para bajarme la cosa si se ponía mala, era más lenta que una tortuga, no sabía cómo hacerlo, me aferraba tanto a el mismo, como se empeña un gato por coger un ratón, un día cuando esto me ocurrió, de las tantas veces que me pasaba, todos se rieron, por supuesto, menos yo.

       La promotora de todo era Liliam, con esa risa suya y aquel par de ojos negros que brillaban fulgurantes como dos pequeños luceros, cuando me decía: Oye tengo un nuevo plan ¡y agárrense! porque era supremo.

       Cierto día reunimos a todos los chicos y chicas del barrio para un gran espectáculo circense, los actores que lo realizarían todo éramos, por supuesto nosotros, repartíamos tikes, eran inventados por la industria infantil de todo colaborador/ra que se las ingeniaba para hacerse popular en el demo.

       Vengan todos, participen, no se pierdan ¡la mujer sin cuerpo!, !la vidente! Y vaya usted a saber cuántas ideas salían de aquellas cabecitas, que por instantes ponían en práctica, y como gustaban nuestras ideas.

       Cuando Sol de Batey impactó en la teleaudiencia cubana, nosotros los de acá, no éramos sólo espectadores ¡hacíamos la obra! , nos disfrazábamos y a dejar volar la imaginación. 

       Lo que soñábamos siempre era eso, que éramos grandes actores, nos pasábamos todo el tiempo filmando y filmando, bajo el Sol y también bajo la lluvia. 

       Una tarde nos fuimos de excursión, nada más y nada menos que a una estancada cañada, estábamos todos bien limpiecitos, perfumados, pero a la hora de indagar que se escondía en lo profundo agua, ¡cataplum! , luego como comprenderás de pescamos un tremendo catarro, y curso intensivo de pastillas e inyecciones.

       Disfrutaba mucho andar con los animales, y escuchar el trinar de los pájaros, y el concierto gratuito de grillos y ranas, no podía faltar en mi pueblo.

       Sobre todo aquel café con leche espumoso que me preparaba mi abuela, ella era de andar sereno, mirada dulce y consejo firme. Aunque no esté conmigo, la recuerdo porque la amé mucho.

       Hoy mis hijas conocen de la Internet, de los amigos  virtuales, de celulares, pero yo nunca me olvidaré de mi infancia, la recuerdo con orgullo, donde la amistad era pura, la simpleza era ganancia, y la tierra olía a encanto.

    Autora: Msc. Yoanis Fernández Echavarría. Comunicadora de la Asamblea Municipal del Poder Popular en Jesús Menéndez. Miembro de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) y de la Asociación Cubana Comunicadores Sociales (ACCS).

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