El columpio, como elemento presente en la vida cotidiana, remonta su existencia a la antigüedad. Desde la antigua Grecia se tienen registros de su presencia, donde se le atribuían propiedades mágicas, dado el pensamiento de que limpiaba el alma y el espíritu. Nuestra región no queda exenta de dicha presencia, puesto que queda registrada también en las culturas mesoamericanas, preñada igualmente de magia y misticismo.

Para hablar de la tradición de los columpios en el Municipio Jesús Menéndez es necesario remontarse a la intervención norteamericana y la construcción del Central Chaparra (que comienza en 1899). La llegada de los norteamericanos no significó solamente la sumisión política, económica y social del criollo, sino también una imposición cultural (en cuanto a literatura, música, danzas, gastronomía, arquitectura, etc.). La arquitectura del poblado que se formó alrededor del Central fue ecléctica, a imitación de que primaba en el sur de los Estados Unidos y las viviendas de las grandes plantaciones, donde estaba presente el columpio como elemento característico del confort hogareño. Es así que el primer barrio que se construye por la compañía para los obreros, El Batey, se realiza por  catálogos donde el columpio está presente. El material con que se construyen inicialmente los columpios es madera y metal. En la posterior fabricación de las casas viviendas de los miembros de la compañía azucarera norteamericana (barrio de los Americanos: actual Cenicero), añaden a los suntuosos bungalós columpios. Con el decursar y la prosperidad del Central Chaparra comienza a asentarse la inmigración desde diferentes nacionalidades; personas de la clase baja que llegan a buscar fortuna. Se instalan en Pueblo Viejo, así llamado porque los hogares eran construidos con desechos del central,  e incorporan también el columpio a sus días.

Los columpios siguen preservándose como elemento identitario de esta mezcla que es el chaparrero.

A las viviendas de los obreros y los directivos, la compañía daba mantenimiento, conjuntamente con la restauración de cada elemento arquitectónico que las formaba, incluidos los columpios. Con el triunfo revolucionario las casas pertenecientes a la American Sugar Company son entregadas a los obreros del central, por lo que dicha conservación empezó a hacerse por los mismos pobladores. No obstante, el paso del tiempo, el clima y la acción del hombre provocan que los columpios se vean expuestos a un deterioro progresivo. De los poblados formados alrededor de los varios centrales azucareros, solo los columpios del Municipio Jesús Menéndez siguen preservándose como elemento identitario de esta mezcla que es el chaparrero. No solamente se definen como parte de la arquitectura patrimonial, sino que pasan a integrar cada construcción independientemente de su antigüedad, y trasciende las fronteras territoriales. Los materiales han variado, en la actualidad se emplean hasta los más disímiles insospechados; más aún hay personas en Chaparra que construyen columpios, detenidos en el tiempo, legando ese saber de generación en generación. Es por esto que hoy, cuando transitamos por las calles podemos darnos cuenta porqué vivimos, orgullosamente, en el pueblo de los columpios.